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jueves, 29 de marzo de 2012

LA ESENCIA DE SER MAESTRO

Apreciad@ compañer@ comparto contigo este interesante texto sobre el amor por el quehacer educativo, en este mes del maestro, con el fin de que recuerdes y afiances las motivaciones profundas que te asistieron cuando optaste por el oficio más indispensable para cualquier sociedad que aspire a civilizarse en el pleno sentido de la palabra.

INTERLOCUTOR: ¿Por qué encontramos placer en nuestros juegos y no en nuestros estudios?

KRISHNAMURTI: Por la muy sencilla razón de que sus maestros no saben enseñar. Eso es todo, no hay una razón muy complicada para ello. ¿Saben? Si un maestro ama las matemáticas o la historia o lo que sea que enseñe, entonces también ustedes amarán esa materia, porque el amor es algo que se comunica a sí mismo. ¿No saben eso? ¿Si un músico ama el canto y todo su ser está puesto en lo que canta, acaso ese sentimiento no se comunica a ustedes que lo escuchan? Uno siente que quiere aprender a cantar. Pero la mayoría de los educadores no aman su asignatura; para ellos se ha vuelto un fastidio, una rutina por la que tienen que pasar para ganarse su subsistencia.

Si sus maestros amaran realmente la enseñanza ¿Saben qué ocurriría con ustedes? Serían seres humanos extraordinarios. Amarían no sólo sus juegos y sus estudios, sino también las flores, el río, los pájaros, la tierra, porque tendrían esa cosa vibrando en sus corazones; y aprenderían con mucha más rapidez, sus mentes serían excelentes y no mediocres.

Por eso es muy importante educar al educador –lo cual resulta muy difícil, porque casi todos los educadores están ya muy afirmados en sus hábitos-  Pero el hábito no se asienta tan pesadamente en los jóvenes y si ustedes amaran siquiera una cosa por sí misma –si realmente amaran sus juegos o las matemáticas o la historia o la pintura o el canto- entonces descubrirían que intelectualmente están muy alertas, vitales, y serían muy buenos en todos sus estudios. Después de todo, la mente necesita inquirir, conocer, porque es curiosa; pero esa curiosidad se destruye por la errónea clase de educación. Por lo tanto, no es sólo el estudiante el que tiene que recibir educación, sino también el maestro. El vivir es en sí mismo un proceso de educación, un proceso de aprendizaje. Para los exámenes hay un final, pero el aprender no tiene fin y, si nuestra mente es curiosa, si está alerta, podemos aprender de todo cuanto os rodea o nos sucede.

Apreciad@ compañer@ comparto contigo este interesante texto sobre el amor por el quehacer educativo, en este mes del maestro, con el fin de que recuerdes y afiances las motivaciones profundas que te asistieron cuando optaste por el oficio más indispensable para cualquier sociedad que aspire a civilizarse en el pleno sentido de la palabra

INTERLOCUTOR: ¿Por qué encontramos placer en nuestros juegos y no en nuestros estudios?

KRISHNAMURTI: Por la muy sencilla razón de que sus maestros no saben enseñar. Eso es todo, no hay una razón muy complicada para ello. ¿Saben? Si un maestro ama las matemáticas o la historia o lo que sea que enseñe, entonces también ustedes amarán esa materia, porque el amor es algo que se comunica a sí mismo. ¿No saben eso? ¿Si un músico ama el canto y todo su ser está puesto en lo que canta, acaso ese sentimiento no se comunica a ustedes que lo escuchan? Uno siente que quiere aprender a cantar. Pero la mayoría de los educadores no aman su asignatura; para ellos se ha vuelto un fastidio, una rutina por la que tienen que pasar para ganarse su subsistencia.

Si sus maestros amaran realmente la enseñanza ¿Saben qué ocurriría con ustedes? Serían seres humanos extraordinarios. Amarían no sólo sus juegos y sus estudios, sino también las flores, el río, los pájaros, la tierra, porque tendrían esa cosa vibrando en sus corazones; y aprenderían con mucha más rapidez, sus mentes serían excelentes y no mediocres.

Por eso es muy importante educar al educador –lo cual resulta muy difícil, porque casi todos los educadores están ya muy afirmados en sus hábitos-  Pero el hábito no se asienta tan pesadamente en los jóvenes y si ustedes amaran siquiera una cosa por sí misma –si realmente amaran sus juegos o las matemáticas o la historia o la pintura o el canto- entonces descubrirían que intelectualmente están muy alertas, vitales, y serían muy buenos en todos sus estudios. Después de todo, la mente necesita inquirir, conocer, porque es curiosa; pero esa curiosidad se destruye por la errónea clase de educación. Por lo tanto, no es sólo el estudiante el que tiene que recibir educación, sino también el maestro. El vivir es en sí mismo un proceso de educación, un proceso de aprendizaje. Para los exámenes hay un final, pero el aprender no tiene fin y, si nuestra mente es curiosa, si está alerta, podemos aprender de todo cuanto os rodea o nos sucede.

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